El juego en la niñez nos permite relacionarnos con el mundo que nos rodea,
interactuar con otros seres humanos y comprender mejor a los demás.
El juego es riqueza en sí mismo,
nos enseña a enfrentarnos a la vida,
nos permite convivir, descansar,
conseguir metas y
mejorar nuestras relaciones humanas
como el dar y recibir amor.